Nuevas publicaciones en el Blog de Historia del Movimiento Obrero en Guadalajara

. martes, 7 de diciembre de 2010
  • Agregar a Technorati
  • Agregar a Del.icio.us
  • Agregar a DiggIt!
  • Agregar a Yahoo!
  • Agregar a Google
  • Agregar a Meneame
  • Agregar a Furl
  • Agregar a Reddit
  • Agregar a Magnolia
  • Agregar a Blinklist
  • Agregar a Blogmarks

LA JUNTA DE GOBIERNO DEL REAL SEÑORIO DE MOLINA DE ARAGÓN NO PUEDE PAGAR A LOS TRABAJADORES DE SU FÁBRICA DE ARMAS. 1809-1811

Enrique Alejandre

I Sometimiento al invasor y miedo a la revuelta.

“Vino Napoleón y despertó a todo el mundo”. Con estas palabras explica Galdós en “El Empecinado”1 lo que de revulsivo tuvo para la conciencia del pueblo español la invasión napoleónica.

Sin duda la apreciación que Napoleón  hizo de España, considerándola un cuerpo muerto, era acertada para la monarquía y la nobleza, por cuanto había en ellas de despreciable, producto de siglos de decadencia y degeneración. Erró en cambio al llevar este juicio al resto del país, el cual, a pesar de los pesares, del haber soportado sobre sus hombros los reinados de  dos nefastas dinastías,  se mantenía lleno de vida como demostraría  la encarnizada resistencia con que le hizo frente.
 
En realidad la Guerra de la Independencia comenzó cuando el 17 de marzo tuvo lugar en Aranjuez una algarada contra el “favorito” Manuel Godoy, al conocerse el acuerdo de Fontainebleau por el cual se aceptaba la partición de Portugal y la entrada del ejército francés en España. El motín era una muestra del malestar existente por la mala situación del país, inducido por otra parte, por la vieja aristocracia y el clero, los que al comprobar que Carlos IV no iba a cejar en su política de reformas, optaron por el cambio de válido-ya que un año antes no habían podido deponer al rey- y pusieron sus esperanzas en el príncipe  Fernando, cuyas reaccionarías ideas ya eran conocidas.
 

Cierre de la Real Fábrica de Paños: GUADALAJARA, 1822. PROTESTAS CONTRA EL CIERRE DE UNA FÁBRICA

                                                                                                  Enrique Alejandre Torija

     Las calles de Guadalajara han sido escenario los últimos lustros de numerosas marchas de trabajadores, convocados por  sindicatos o comités de empresa, con el propósito de impedir el cierre de sus factorías: Colgate-Palmolive, Carrier, Magneti-Marelli, Avicu y ahora Progalsa  fueron las más significativas por el número de trabajadores a que afectaba su clausura, pero no las únicas. Y así, un enclave industrial emergente como lo era el corredor del Henares en los años 70, ha visto muy mermado su potencial, con su lógica repercusión en la demografía, el empleo, el comercio, el nivel de vida..., (atemperado por la intensa actividad constructiva en los últimos años) de una ciudad como Guadalajara la que al igual que sus localidades aledañas, durante cuarenta años han gozado de los beneficios de la industria.

    No es este un problema nuevo en el largo devenir de la historia de Guadalajara. Los años de la II República fueron testigos del ocaso de “La Hispano”, la empresa que en la década anterior  parecía augurar un futuro prospero para los trabajadores locales. En 1719  diversos factores se concatenaron (agua abundante, cercanía a Madrid, fidelidad a la causa borbónica en la guerra de Sucesión...) para que el rey Felipe V decidiera que fuera aquí el lugar elegido para instalar una Real Fábrica de Paños. Y durante un siglo la prosperidad cundió en Guadalajara, donde al decir de los viajeros que la visitaban: “...gracias a una fabrica de paños los habitantes de Guadalajara tienen buenos trajes, buenos zapatos, buen aspecto y un aire de satisfacción”.[1]  En el mismo sentido se pronunciaba el Ayuntamiento de Guadalajara en 1757: “ La población se había levantado y aumentado considerablemente ... la agricultura , plantíos y ganado habían tenido un progreso  muy grande, los artistas de todos los oficios , los pobres, ociosos y vagabundos se habían extinguido y las rentas de S. M. era increíble el aumento que habían tenido ; los niños, los jóvenes, los ancianos, los impedidos de la ciudad y su tierra vivan de sus labores ...”[2] habiendo sido los artífices principales de este  adelanto los  fabricantes de  paños. La fábrica llegó a albergar entre sus muros a  1500 empleados en 1784 y a 4800 en 1791.[3]. La  red de hilanderas, distribuidas por las provincias de Ciudad Real, Cuenca, Guadalajara, Madrid, Soria y Toledo, cuyo cometido era la elaboración continúa de hilo para que este nunca faltara en la fábrica, alcanzó a 18. 394 mujeres y niñas, distribuidos en 168 “escuelas de hilar[4], lo que dicho sin rodeos era un caso claro de explotación infantil.
 


0 comentarios:

ir arriba